domingo, 6 de diciembre de 2009

EL EMBELLECIMIENTO DE LOS QUEROS

Juan José Vega*




La vajilla incaica fue de una variedad notable. Jarros, platos y vasos ocuparon un ugar destacado en la vida social, dada la importancia que tuvieron las bebidas y los brindis. Los diccionarios quechuas del siglo XVI han recogido numerosas palabras al respecto. Ahora bien, el vaso fue heredado de Tiahuanaco, esencialmente.
Por lo menos el perfil más común, que era de buen tamaño, con forma trapezoidal y fabricado de metales preciosos. En el Cuzco alcanzó luego esplendor tras la afluencia de yanas orfebres de Chimú. Destacaba el aquilla, que era de oro puro, propio de la vajilla del rey Inca y de sus más altos cortesanos.
Posteriormente, tras la conquista española y debido al saqueo de los metales preciosos, se destruyó toda la orfebrería incaica, empezando por la múltiple y rica vajilla de oro y plata, con incrustaciones de turquesas y otras pedrerías que se hallaban a la mano. Los vasos de madera, normalmente del duro chachacomo, se
divulgaron empezando a cobrar una nueva y distinta vigencia, derivada de la catástrofe de la sociedad cuzqueña. Dentro del llamado arte transicional, esos utensilios pasaron a ocupar un sitio destacado. Su calidad mejoró notoriamente. La razón de su perfeccionamiento asoma obvia.
Las antiguas noblezas provincianas y las altas aristocracias Hanan y Hurin se vieron despojadas de uno de sus privilegios más característicos. Ofrecer un brindis revestía muchos simbolismos, más que en otras culturas, según se estima y la costumbre se mantuvo. Era en los aquillas en los que siempre se había ofrecido a los dioses y allegados, la chicha sagrada. Haciendo de la necesidad virtud, los sobrevivientes de las panacas imperiales, relegados por los conquistadores a beber en los antes menospreciados "vasos de palo", los enaltecieron con el arte. Los ornamentaron a fin de otorgarles distinción y significación mayores, con lo cual, por otra parte, siguieron diferenciándolos de los recipientes que los plebeyos y los caciques menores usaban. Se revaluó el vaso y hasta surgió, tal vez, el primer quechuismo colonial, Quero, vocablo que antes sólo había significado madero, palo y hasta leño, pasó a dar nombre, en lengua castellana, a un vaso de
madera artísticamente elaborado.
En todas sus variantes, el quero se volvió algo muy hermoso, los artistas hicieron bella la pobreza, atendiendo el requerimiento formulado por los indios nobles del Cuzco a los tallistas y pintores de madera. Estos respondieron maravillosamente a la innovación, al grado que ñcomo indica Manuel Chávez Ballón, lograron "la supervivencia y el renacimiento del arte incaico en la Colonia".
Se ha llegado a contar veinte colores y tonos en los más policromados queros transicionales. En cuanto al área geográfica de su difusión leemos en la obra de Verena Liebscher que el quero irradió desde el Cuzco hasta el sur de Lima y por el sur a todo el Lago Titicaca y por la costa hasta Copiapó; se han encontrado también en Charcas del Alto Perú y en la distante región de Cuenca, asiento otrora de la imponente ciudad de Tumebamba

*Publicado en : "Diario La República", Lima, martes 20 de agosto de 2002, p. 19.

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